La sonrisa y la amabilidad, además de mejorar nuestra salud física y mental, son las dos armas de seducción masiva más poderosas. La única condición para que ‘funcionen’ es que sean de verdad. En esto, los filtros no valen
EL PODER DE LA SONRISA
¿Son, realmente, la sonrisa y la amabilidad las armas de seducción masiva más poderosas jamás ‘inventadas’? Y, si es así, ¿por qué no las usamos más?
Ana Sierra lo tiene clarísimo: «La sonrisa resulta invencible siempre y cuando sea genuina«.
Una sonrisa abierta y franca como la de Holland es, según explica explica Isabel Serrano-Rosa, psicóloga, directora de EnPositivoSi y autora de ‘Respirando alegría’, «la mejor manera de transmitir afecto, confianza y aceptación a los demás».
Es más, está más que demostrado que las personas que sonríen «viven más, gozan de mejor salud, tienen mejores relaciones, son más atractivas, desarrollan su inteligencia y disfrutan de mayor equilibrio emocional, según numerosos estudios».
Porque, al sonreír (y mucho más, al reír), desatamos en nuestro organismo sin darnos cuenta una maravillosa tormenta de endorfinas, dopamina, serotonina y adrenalina. Ese mágico cóctel de hormonas del placer, que tan bien nos hace sentir y que con tanta efectividad nos ayuda a mitigar tanto el dolor físico como el emocional, activa el sistema neuroendocrino e inmunitario, eleva el número de leucocitos y favorece la plasticidad cerebral.
Pero, ojo, porque la psicóloga Ciara Molina, autora de libros como ‘Si aprieta no es de tu talla’, ‘Emociones expresadas, emociones superadas’ y ‘Crea la vida que deseas: Una guía para conseguir todo aquello que te propongas’, entre otros títulos, nos advierte de que «el cerebro no diferencia una sonrisa espontánea, de una forzada. Simplemente con esbozarla, interpreta que todo está bien y, tanto si es así como si no, nos hará sentir mejor’.
Si nos hace sentir mejor, tanto al que sonríe como al que contempla esa sonrisa, ¿por qué hay personas a las que le cuesta tanto hacerlo? ¿Es que piensan que les hace parecer ‘blandos’ ? «Más que blandos, yo diría que vulnerables. Sin embargo, la vulnerabilidad es una fortaleza, no una debilidad. La tenemos mal entendida», asevera esta psicóloga.
La vulnerabilidad es, prosigue, «un riesgo emocional, una exposición, una incertidumbre, que nos ayuda a ser sinceros con nosotros mismos. De ahí nada la innovación, la creatividad y el cambio, lo que nos aporta una gran adaptabilidad. Verla como una enemiga, resulta profundamente peligroso».
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