Muchos hombres han tenido en algún momento de su vida el conocido “gatillazo”, lo que en sexología denominamos “disfunción eréctil”. Un hecho que es bastante común pero que preocupa, y mucho, a la población masculina.
Se trata de la incapacidad total o parcial de conseguir y/o mantener una erección que sea lo suficientemente firme como para iniciar y mantener la penetración.
Puede deberse a causas psicológicas, orgánicas o una combinación de ambas. Hoy nos ocuparemos de las psicológicas, siendo en la mayoría de casos las más comunes.
La pérdida de erección en ocasiones sucede como un episodio aislado dentro la relación sexual, episodio que puede dejarse de lado y no darle mayor importancia o, episodio que puede ser el causante de que posteriormente se desarrolle la disfunción.
Si hacemos una interpretación racional sobre lo sucedido y entendemos que ha sido algo puntual, entonces no genera mayor importancia. Sin embargo, si la interpretación que hacemos es negativa y catastrofista, agravamos la situación y terminamos convirtiéndola en un problema. Además, esta pérdida de erección entendida de manera irracional puede favorecer a que se vayan evitando o rechazando las relaciones sexuales, que vaya habiendo pérdida de deseo y que aumente la ansiedad sexual entre otras.
Pero no sólo la sufre el hombre, también la pareja se ve afligida por esta situación porque, aunque no la sufra directamente, sí padece sus consecuencias. Por ejemplo, puede sentirse rechazada o poco deseada ante las negativas de él a no tener relaciones sexuales, generándole sentimientos de inseguridad que pueden transformarse en aislamiento dentro de la pareja. Y esto, tiene consecuencias en la conducta de él, pues le genera mayor inseguridad y mayor presión al ver cómo va deteriorando la relación de pareja en general.
Así pues, con toda esta situación negativa que envuelve al problema, enfrentarse a la relación sexual puede ser de lo más complicado.
El deseo por hacer que todo salga bien y funcione, hace que se esté mucho más pendiente de la erección que del placer de los estímulos sexuales y eróticos que envuelven la relación sexual, por tanto, no se consigue una adecuada excitación y, en consecuencia, no se produce la erección o ésta es muy débil.
¿Y qué ocurre entonces? Que aumenta de nuevo la frustración, el sentimiento de inseguridad, la ansiedad y las falsas autoafirmaciones de “no soy capaz”.
¿QUÉ CAUSAS SON LAS MÁS COMUNES EN LA DISFUNCIÓN ERÉCTIL?
Ansiedad por el rendimiento.
Estar más pendiente de si el pene se pone erecto o no, hace que no nos concentremos lo suficiente en la relación sexual, por tanto, muchos de los estímulos nos pasan por alto y no nos proporcionan la excitación necesaria para que la erección se produzca.
Estrés.
El estrés en pequeñas dosis favorece a que estemos más activos y nuestro rendimiento sea adecuado, sin embargo, a dosis altas repercute negativamente en nuestros pensamientos y nuestra conducta. Si vamos a la relación sexual anticipando lo que puede pasar, empezamos a producir cantidades altas de estrés, impidiendo concentrarnos en el acto en sí y favoreciendo la aparición de la disfunción, lo que produce mayores niveles en intentos posteriores.
Inseguridad personal.
La falta de autoestima y de confianza en uno mismo repercute muy negativamente. Estar pendientes de lo que no nos gusta de nuestro cuerpo o de pensamientos del tipo “no soy bueno en la cama”, “no le gusta lo que le hago”, “no estoy a su altura”, etc., incrementan nuestra inseguridad y termina afectando, para mal, al desempeño sexual.
¿QUÉ PODEMOS HACER PARA COMBATIRLA?
Relajación.
El centrarse en el momento presente y estar relajado favorece a que la mente esté en calma y no tenga pensamientos intrusivos que entorpezcan la relación sexual. Practicar ejercicios de relajación todos los días, ayudará a que en el momento de la relación sexual sepamos controlar mejor la mente y reconducirla en todo momento al presente.
Comunicación.
El diálogo con la pareja es fundamental. Explicar qué nos está pasando, así como los miedos y las inseguridades que estamos sintiendo, ayudará a que en la pareja no aparezcan sentimientos de rechazo y también de inseguridad, beneficiando en entendimiento entre ambos para superar la situación sin que la relación de pareja tenga que verse necesariamente dañada.
Ejercicio físico.
El deporte aeróbico como puede ser correr, nadar, etc., practicado unos 30 minutos al día, favorece a que estemos más activos, a que controlemos nuestro peso y a que la circulación sanguínea sea mejor, ayudando principalmente esta última a prevenir los casos de disfunción eréctil.
No consumir drogas.
Aunque se crea que por ejemplo cierta dosis de alcohol puede favorecer a la desinhibición en el acto sexual, la realidad no es esa. Como es una droga depresora, adormece nuestros sentidos y no experimentamos la misma sensibilidad y la misma intensidad en el contacto sexual, repercutiendo por tanto en nuestra respuesta sexual.
Acudir a un sexólogo/a.
Tratar de solucionar los problemas por nosotros mismos, aunque está muy bien, a veces no es suficiente. Lo adecuado es consultar a un especialista en la materia para que se pueda abordar el problema cuanto antes y seguir el tratamiento apropiado para superar la disfunción. De hecho, es una de las consultas más comunes en terapia sexual, con un altísimo porcentaje de superación. Merece la pena dar el paso, ¿no crees?
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